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viernes, 5 de octubre de 2012

“El amor de Cristo fundamenta la espiritualidad de la familia” (Cfr. Ef 5, 25-27)


El amor fundante de la familia es el mismo amor de Cristo, ese amor que tiene hacia su Iglesia y por el que se entregó a sí mismo para santificarla. Esta entrega total y gratuita debe ser característica del vínculo unitivo de los cónyuges, que se constituyen por el sacramento en depositaria del mismo amor de Cristo; y por tener este amor un origen divino, también en la familia debe expresarse con el carácter trascendente, que no se reduzca a una expresión puramente material, sino que sea expresión real de la unión entre la familia y Dios por medio de la gracia.

Así como la entrega de Cristo tiene la dimensión de “sacrificio”, también la familia tiene que insertarse en esta obra divina; que santifica y renueva constantemente esta unión que comienza a partir de la celebración del matrimonio, que bien tiene su prototipo en las “bodas del cordero” (Ap 19,7.9), realidad que nos garantiza que “el mismo Dios [...] es el autor del matrimonio" (GS 48,1). Atendiendo a esto, tenemos que entender que “el amor, en el matrimonio pasa necesariamente por el sacrificio y la total de sí al bien del cónyuge” (Carta Pastoral de los Obispos del Paraguay).

La comunidad conyugal encuentra su sentido profundo y realización plena cuando el hombre y la mujer se unen en una sola carne (Cfr. Gn 2, 18-25). Por este motivo, el lugar propio de la unión de las dos vidas es el matrimonio, que con fuerza el Señor expresa: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mt 19,6).

Pero, “comprobamos que la vocación de la familia se está deteriorando con una rapidez inusual no experimentada en otros tiempos” (Carta Pastoral de los Obispos del Paraguay). Y las causas podrían multiplicarse infinitamente, sin embargo, estamos ante un problema mucho mayor y esto lo advierten los Obispos del Paraguay cuando explican que, actualmente, estos males no causan asombro y, paulatinamente, se fueron convirtiendo en un fenómeno sociocultural que peligrosamente se vuelve rutina y, en ciertos casos, norma de vida.

Ante la constatación de los problemas que afectan a la familia en nuestros días, es necesario recordar que Cristo no sólo restauró a la familia a su tipo original como algo santo, permanente y monógamo, sino que elevó el consentimiento del que se origina a la dignidad de sacramento, y así puso a la familia en el plano de lo sobrenatural.

Para poder recuperar el verdadero sentido de la familia y su importancia, debemos reafirmar que: “la familia cristiana es sobrenatural ya que se origina en un sacramento, que el fin y el ideal de la misma son igualmente sobrenaturales, a saber, la salvación de padres e hijos,  la unión de Cristo y su Iglesia”. Si logramos construir familias cristianas, los problemas irán disminuyendo, pero sólo en la medida en que los miembros adquieren conciencia del modo en que Dios concibe la familia que Él mismo fundó.

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