“Jesús celebró la
Pascua en casa, con su familia, con sus apóstoles, que se habían convertido en
su nueva familia” (El Camino Pascual). De este modo, la familia cristiana se
convierte también en la familia de Jesús. Así expresa Ap 3, 20: “Mira que estoy
a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su
casa y cenaré con él y él conmigo”; y se cumple cuando Jesús entra a formar
parte de la unión conyugal y ofrece esta cena Eucarística, que tiene el
significado de una nueva alianza donde la fuente de la gracia matrimonial es
Cristo.
La familia cristiana
debe cultivar el deseo de que la Eucaristía se convierta en centro y fuente de
su existencia misma, y los esposos deben procurar que Cristo esté presente en
su vida cotidiana, convirtiéndose en testigos visibles de la alianza divina que
los une. Concluyo con este mensaje del Papa Benedicto XVI: “Animo de modo
particular a las familias para que este Sacramento sea fuente de fuerza e inspiración.
El amor entre el hombre y la mujer, la acogida de la vida y la tarea educativa
se revelan como ámbitos privilegiados en los que la Eucaristía puede mostrar su
capacidad de transformar la existencia y llenarla de sentido”, (Exhortación
apostólica postsinodal Sacramentum caritatis (2007), n. 79).La familia
cristiana nace del Sacramento del Matrimonio y se alimenta en la Eucaristía. El
sacramento del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesús, fue instituida
precisamente durante una fiesta familiar, la pascua de Israel. “ La Pascua
judía era y sigue siendo una fiesta familiar”, puntualizó al respecto el
Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, en su libro El Camino Pascual.
El Espíritu del Señor
da a los esposos un corazón nuevo y los capacita para amarse. Es imprescindible
la presencia del Señor en el seno familiar, y sin Él los esposos ceden ante las
propuestas de la actualidad que les invitan a “unirse” excluyendo todo vínculo
que introduzca un compromiso definitivo. Y esta alianza familiar, alianza en su
acepción de “sacramento”, perdura y crece en función del amor de Cristo hacia
su familia, manifestado en el misterio admirable de la Eucaristía.
Podemos afirmar que la
familia vive de la Eucaristía, así como la Iglesia vive de ella. De este modo,
esta comunidad conyugal fundada en el sacramento del Matrimonio y alimentada en
la Eucaristía, recobrará su importancia, no sólo en lo religioso, sino también
en el mantenimiento de la humanidad en cuanto tal.