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miércoles, 17 de octubre de 2012

La Eucaristía como centro de la familia





“Jesús celebró la Pascua en casa, con su familia, con sus apóstoles, que se habían convertido en su nueva familia” (El Camino Pascual). De este modo, la familia cristiana se convierte también en la familia de Jesús. Así expresa Ap 3, 20: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”; y se cumple cuando Jesús entra a formar parte de la unión conyugal y ofrece esta cena Eucarística, que tiene el significado de una nueva alianza donde la fuente de la gracia matrimonial es Cristo.

La familia cristiana debe cultivar el deseo de que la Eucaristía se convierta en centro y fuente de su existencia misma, y los esposos deben procurar que Cristo esté presente en su vida cotidiana, convirtiéndose en testigos visibles de la alianza divina que los une.  Concluyo con este mensaje del Papa Benedicto XVI: “Animo de modo particular a las familias para que este Sacramento sea fuente de fuerza e inspiración. El amor entre el hombre y la mujer, la acogida de la vida y la tarea educativa se revelan como ámbitos privilegiados en los que la Eucaristía puede mostrar su capacidad de transformar la existencia y llenarla de sentido”, (Exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis (2007), n. 79).La familia cristiana nace del Sacramento del Matrimonio y se alimenta en la Eucaristía. El sacramento del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesús, fue instituida precisamente durante una fiesta familiar, la pascua de Israel. “ La Pascua judía era y sigue siendo una fiesta familiar”, puntualizó al respecto el Cardenal Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, en su libro El Camino Pascual.

El Espíritu del Señor da a los esposos un corazón nuevo y los capacita para amarse. Es imprescindible la presencia del Señor en el seno familiar, y sin Él los esposos ceden ante las propuestas de la actualidad que les invitan a “unirse” excluyendo todo vínculo que introduzca un compromiso definitivo. Y esta alianza familiar, alianza en su acepción de “sacramento”, perdura y crece en función del amor de Cristo hacia su familia, manifestado en el misterio admirable de la Eucaristía.

Podemos afirmar que la familia vive de la Eucaristía, así como la Iglesia vive de ella. De este modo, esta comunidad conyugal fundada en el sacramento del Matrimonio y alimentada en la Eucaristía, recobrará su importancia, no sólo en lo religioso, sino también en el mantenimiento de la humanidad en cuanto tal.


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