Una Diócesis católica en el corazón de Latinoamérica. Avanzamos con la renovación auténtica querida por el Concilio Vaticano II y los Papas formando sacerdotes según el Corazón de Cristo para la celebración del Santo Sacrificio de la Misa y la predicación de la Palabra.

miércoles, 22 de julio de 2009

Reforma de la Reforma

Cuarenta años
Cuando la Iglesia enfrenta desafíos especialmente difíciles, reúne a los Obispos en un Concilio para dar una respuesta adecuada a esos desafíos. Lo curioso – e históricamente comprobado – es que los Concilios resuelven los problemas doctrinalmente, pero los cuarenta años que siguen a un Concilio son años donde los problemas, resueltos en teoría, explotan y se complican en toda la Iglesia.


Cuarenta años, pues, es lo que le lleva a la Iglesia empezar a comprender bien a un Concilio y a aplicarlo debidamente. El Concilio Vaticano II no fue una excepción a esta regla. Los cuarenta años que le siguieron vieron difundirse, junto a buenas reformas, todo tipo de abusos supuestamente reclamados “por el espíritu del Concilio”. A cuarenta años del Concilio, nos toca ahora a nosotros comprender bien al Concilio y encarar lo que Benedicto XVI ha llamado “la reforma de la reforma”. No se trata de otra cosa que la buena aplicación del Concilio entendiéndolo no como una ruptura con el pasado, sino en continuidad con toda la tradición de la Iglesia.


Una oportunidad privilegiada
La “reforma de la reforma” es el gran desafío de nuestra generación y nos compromete a todos, desde el Papa hasta el último cristiano en recibir el sacramento de la Confirmación, pasando por los obispos, los sacerdotes, los seminaristas, los consagrados y los laicos.

Como toda obra de Iglesia, no es algo que se haga automáticamente, por fuerza de la Historia. A Dios le gusta hacer grandes obras con instrumentos bien pobres como nosotros. Así que, ¡manos a la obra! Esta será la gran prioridad que viviremos en la Iglesia que me toca pastorear “por la gracia de Dios y de la Santa Sede”.


Los grandes temas
Vistas las cosas de este modo, debe quedar claro que nosotros no entendemos a la “reforma de la reforma” como algo que sólo afectaría a un aspecto de la vida de la Iglesia, tal como la liturgia.

Aunque fue precisamente en este campo en el que se originó la idea de la reforma de la reforma, creo que es un concepto que debe aplicarse a toda la vida de la Iglesia en sus múltiples facetas.

En particular, quisiera señalar ahora aquellas áreas de la vida de la Iglesia en Ciudad del Este y en Latinoamérica que creo necesitan una aplicación especial de reforma según el verdadero Concilio Vaticano II.


La liturgia, corazón de la vida de la Iglesia
Simplemente quiero señalar este tema como el más vital y el de más consecuencia para la vida de la fe de nuestro pueblo. De la participación activa en la liturgia depende no sólo la vida de la gracia de cada cristiano, sino también su vivencia de la fe. Por eso es indispensable vivir la liturgia de cada día en absoluta fidelidad a lo que nos pidió el Concilio, y no como de hecho y por abuso se fue aplicando la reforma litúrgica en nuestra Iglesia.

No quiero ser alarmista pero tampoco ingenuo; no quiero engañarme ni engañar a nadie. La liturgia está muerta y enterrada entre nosotros. Está bien. La imagen es un poco exagerada pero creo que muy decidora de la envergadura de nuestros problemas con la liturgia. Apoyándonos en las dos formas del rito romano tal como el Papa nos lo pide, hemos comenzado prácticamente de cero a revivir la liturgia, empezando por los seminaristas, que serán los futuros sacerdotes y ministros de los sacramentos de Dios.

La disciplina eclesiástica, el modo concreto en que vivimos la verdad en la caridad
Nos encontramos también en una situación de bastante anarquía. Muchos fieles no obedecen a los sacerdotes; muchos sacerdotes no obedecen a los obispos y algunos obispos no obedecen al Papa. Soy conciente de que esto suena muy fuerte, pero me temo que tal es la situación de la Iglesia, también en el Paraguay.

Leía los otros días unas declaraciones de un obispo inglés, Mons. Patrick O’Donoghue, en las que afirmaba: “los obispos que tienen profundas diferencias teológicas con el Papa están socavando la unidad de la Iglesia Católica… La idea de que pueda haber diferencias teológicas entre un obispo y el Papa es simplemente una cosa increíble de admitir, pero es la verdad. Supongo que si los sacerdotes ven a los obispos mostrando infidelidad al Papa, no es nada sorprendente que, a su vez, muestren infidelidad a su obispo. Todos sabemos lo que Jesús dijo acerca de una casa dividida”. Y agregó: “No es fuera de lo común que entre los sacerdotes surjan camarillas contra el obispo que ignoran con desdén sus directivas y consejo… También existe el peligro de que esto pase en la actitud de un grupo de obispos frente al Papa”.

Hoy, incontables sacerdotes, laicos e incluso obispos creen que son libres para decidir por sí mismos qué significa ser católico. Pero sin la obediencia de fe, no sólo la Iglesia, sino la misma relación con Dios es imposible. Necesitamos, urgentemente, decir con nuestras propias vidas: “hágase en mí según tu Palabra”.


Formación de los futuros sacerdotes
¿Por dónde empezar el trabajo de reconstrucción y de crecimiento que nos pidió el Concilio? La respuesta, para mí, es clara. Ayudemos a los que ayudarán. Comencemos a trabajar en la formación de los futuros sacerdotes, es decir, en el Seminario.

En mi caso, necesitábamos crear un Seminario y, gracias a Dios, lo hicimos. Las nuevas vocaciones, muy numerosas, vienen a nosotros con mucha docilidad. Sencillamente, nadie les ha enseñado incluso las verdades más fundamentales. Hay que comenzar, por lo tanto, con el catecismo básico.

Los jóvenes están ansiosos de ver un modelo de Iglesia muy distinto al que exigían los jóvenes de la revolución del ‘68. La juventud ahora pide una identidad católica bien definida, un sentido muy fuerte de la consagración al ministerio sacerdotal y una gran fidelidad al Magisterio de la Iglesia, del que espera firmeza y claridad. Los obispos tenemos que promover un sano diálogo entre los que se apegan al modelo anterior, inmediato al post-Concilio, y lo que esperan los jóvenes.


Aliento a los movimientos eclesiales
Fue ya Juan Pablo II el que vio con toda claridad que la reforma auténtica querida por el Concilio se iba promoviendo en la Iglesia por medio de movimientos que surgían por doquier. Muchos movimientos han sido, por así decir, la vanguardia del cambio genuino. Tal como nos sugería entonces el Papa, tenemos que apoyarnos mucho en los buenos movimientos sacerdotales, religiosos y laicales.

Esto lo he confirmado en mis años como obispo. Los movimientos han comprendido y apoyado en su inmensa mayoría la tarea que ahora nos ocupa, la reforma de la reforma. No sólo la apoyan, la piden a su manera y según sus carismas. Y la agradecen y aprecian mucho cuando se la ofrecemos.


Sana intervención de los laicos en la vida pública
El Concilio también pidió una gran participación de los laicos en la vida de la Iglesia en las áreas propias de su competencia. Pero, al menos entre nosotros, se ha dado lo opuesto a lo querido por el Concilio: los sacerdotes abandonan el templo y la predicación de la Palabra para dedicarse a la política, mientras que los laicos se clericalizan asumiendo todo tipo de roles litúrgicos que no les corresponden de suyo y dedicándose a las cosas del templo. En otras palabras, los curas se ponen a hacer de laicos y los laicos, a hacer de curas.


Unidos, podremos más
Jesucristo fundó la Iglesia sobre el cimiento de los Apóstoles y sus sucesores, los obispos. No hay otra manera de edificar la Iglesia que en unión con los obispos que están en unión con el Papa.

Mi Diócesis da la bienvenida a todos los que quieran trabajar en la viña del Señor. La unidad que necesitamos entre nosotros sólo puede realizarse alrededor del Papa y de los obispos.

Al mismo tiempo que debemos ser decididos en el terreno de la acción y el compromiso con la reforma de la reforma, es necesario también que aprendamos a dialogar entre nosotros, a explicar y a dar razones de nuestra esperanza a los que están confundidos o no entienden lo que nos pide la Iglesia. Que Dios nos santifique a todos en la verdad.


+Rogelio Livieres, Obispo de Ciudad del Este

10 comentarios:

Anónimo dijo...

esta super bueno todo siga adelnate monsenor

Anónimo dijo...

hace falta que los sacerdotes sean realmente sacerdotes, y creo que este obispo esta trabajando por lo que la Iglesia mas necesita en nuestros dias, sacerdotes santos !
Adelante Monseñor !

Unknown dijo...

cuando será el día que en nuestro país podamos disfrutar una misa con el rito extraordinario, ad orientem

Anónimo dijo...

que bien que nuestro obispo se interese en hacerle conocer a la gente la liturgia tradicional, muchos no la conocieron y gracias a él hoy pueden conocerla. Creo que uno no puede despreciar la misa tridentina porque sin ella no habria la misa actual

Anónimo dijo...

La preocupación por una reforma litúrgica me parece muy conveniente, pero me da mucha pena que sobre el tema de la misión no se haya dicha nada hasta ahora, Iglesia ad estra señores por favor...

Anónimo dijo...

No se puede mensionar la V conferencia de Aparecida sin una misión. La evangelización es la rezón de ser de la Iglesia.

Anónimo dijo...

La obediencia de la fe, la respuesta libre y verdadera del hombre a Dios. No hay necesidad de ver esta realidad como impedimento a la libertad en todas sus realizaciones, porque, al contrario de los que la piensan como obtàculo, es el modo seguro de manifestar nuestra total pertenencia y amor a Dios, que en Jesucristo y en su Iglesia nos dan los medios necesarios para nuestra salvaciòn. Dios no nos miente ni mentirìa, porque es la verdad y el amor infinitos. Hagamos nuestra esta maravillosa frase ayudados de nuestra madre Marìa Santìsima “Hágase en mí según tu Palabra”.

Claudio Ozorio dijo...

Las exageraciones vienen de todos los sectores,pero tengo una objecion por la experiencia en la Catedral,sobre la Misa que un momento se volvio tendiente a ser a lo tradicional,pero ahora relajo vastante,porque nadie explica la liturgia,sobre ese tema veo que ni siquiera el Monseñor no esta familiarizado con el Misal,pero en la Misa de Pascua yo entendi lo que Monseñor trata de inculcar en los seminaristas que es tienen estar familiarizados con todos los aspectos de la parroquia que me parece muy bien.Hagamos de cuenta que su Santidad el Papa Benedicto XVI convoca a un nuevo Concilio,evidentemente el tema de la Liturgia no seria lo principal,sino como mantener el mensaje del evangelio en un Mundo Ligth,egoista y sin direccion cada dia mas pagano,deshumanizado.

Anónimo dijo...

El problema está que pensamos que los laicos son gente a los cuales debemos darles sacramentos sin que su vida lo sea, sacramento=signo.
¿De dónde salen los sacerdotes? del cielo? NO, salen de als comunidades cristianas, cuanto más se formen y mejor lo hagan los sacerdotes serán más santos.
Pido una aclaración: ¿Solo la liturgia puede ser considerada Palabra de Dios? Alrededor de qué los cristianos deben reunirse? La Misa es fruto de la comprensión de esa Palabra, la Palabra se Hizo carne. Cómo la Palabra se hace carne en mí? Yo veo reducida la Iglesia a una sola cosa a escuchar y vivir la Palabra: Recordando las Palabras del Señor: Mi Madre y Mis hermanos son los que escuchan la voluntad del Padre y la ponen en práctica, entonces la vida del cristiano, la mesa de la familia, es un altar de olor agradable al Señor, Cómo hacer llegar eso al pueblo? Cómo hacer que permanezca? Sólo Dios basta, es mi respuesta. Sólo Dios da los instrumentos, sólo Dios basta.

FABIO BRIZUELA dijo...

Me parece perfecto todas las aclaraciones del Obispo, y debemos siempre apoyar la reforma de la reforma pues nuestra ciudad esta necesitada del sentido sacro de la liturgia, y seria muy interesante que se incentive la vestimenta de los laicos que muchas veces hasta para dormir utilizan mejores vestimentas que las que se llevan en la eucaristía., y por medio de la obediencia se llega a la fe.