Una Diócesis católica en el corazón de Latinoamérica. Avanzamos con la renovación auténtica querida por el Concilio Vaticano II y los Papas formando sacerdotes según el Corazón de Cristo para la celebración del Santo Sacrificio de la Misa y la predicación de la Palabra.

sábado, 15 de junio de 2013

No anunciar la verdad es poner en riesgo la salvación de las almas

En estos tiempos de constantes cambios y surgimiento de nuevas realidades, los cristianos nos encontramos con un nuevo desafío al que debemos enfrentarnos, porque la conformidad sería como firmar el contrato de la indiferencia que terminaría llevándonos a un silencio cada vez mayor de las verdades que nos vienen de Cristo y de su Iglesia, así pondríamos en riesgo la salvación de muchas personas.

En la actualidad, los que se oponen a la doctrina católica parecen encontrar más aceptación y aquellos que se mantienen fieles incurren en desaprobaciones y hasta exclusiones, por lo tanto, existe la tendencia bastante difundida de practicar un silencio comprensivo y hasta tácitamente anuente.

Servir a la verdad católica se volvió un oficio bastante complicado y defenderla hasta resulta peligroso en muchas partes. Entonces, la gran mayoría se llama a un discreto silencio sobre los errores y abusos, esto con el fin de garantizar la propia protección y la estima general.

A modo de análisis de la situación, a diario vemos que los sacerdotes y laicos que pretenden difundir lo que la Iglesia quiere, se ven muchas veces rechazados, marginados y hasta perseguidos. Mientras que otras obras, muchas veces hasta contrarias a la misma naturaleza y leyes divinas, encuentran aceptación y hasta son fomentadas.

Así, nos encontramos entre dos modos operativos, uno verdadero y otro falso: ser fieles a la doctrina católica y predicar la verdad fundada en el Evangelio, aceptando los peligros que vienen por añadidura (modo verdadero); o de lo contrario, cumplir con los requisitos para obtener una aceptación general y garantizarnos una vida holgada y tranquila (modo falso).

Tengamos presente, que la fidelidad a la doctrina católica obedece a la solicitud de Dios, que "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim., 2,4). Por lo tanto, no podemos situarnos por encima de la voluntad de Dios, porque la salvación de los hombres tiene como uno de los presupuestos el conocimiento de la verdad.

No es una tarea fácil “Recordar algunas verdades fundamentales de la doctrina católica, que en el contexto actual corren el riesgo de ser deformadas o negadas”. El peligro viene de tendencias influidas por “corrientes de pensamiento que terminan por erradicar la libertad humana de su relación esencial y constitutiva con la verdad” (Juan Pablo II). Sin embargo, laicos y sacerdotes, tenemos que ser fieles a la doctrina católica que nos viene de Dios, porque esta fidelidad hará que muchos alcancen la salvación, incluyéndonos a nosotros mismos.















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